Hay malestares que se instalan tan poco a poco que, cuando queremos darnos cuenta, ya los hemos normalizado.
✦ El nudo en el estómago cuando vas a hablar.
✦ Las conversaciones que se repiten y no llevan a nada. O los silencios continuados.
✦ La sensación de soledad incluso estando acompañada.
✦ La alegría que ya no aparece al pensar en la relación.
✦ El esfuerzo que haces para que todo vaya bien… y que nunca parece suficiente.
Y sin embargo, ahí seguimos. Porque nos decimos que no es para tanto, que todas las parejas pasan por momentos así, que deberíamos estar agradecidas, que no se puede tener todo.
Pero…
¿Y si lo que sientes no es una exageración?
¿Y si no estás tan equivocada como te has hecho creer?
¿Y si no fuera normal sentirse así en una relación?
Hay un tipo de malestar que no grita, pero que desgasta. Que se mete en la piel sin que te des cuenta, y va robándote la voz, las ganas y la claridad.
No siempre se trata de grandes peleas ni de relaciones claramente dañinas. A veces lo que hay es una suma de pequeñas ausencias, de gestos que ya no están, de necesidades que no encuentran dónde apoyarse.
Y ahí es donde empieza la confusión:
¿Será una fase? ¿Soy yo que estoy rara? ¿Y si me arrepiento?
En realidad, cuando te haces estas preguntas ya estás sintiendo que algo no va bien. No porque haya que huir ni porque tengas que tomar decisiones ya. Sino porque algo dentro de ti está pidiendo que lo escuches.
Y eso merece espacio. Merece pausa. Merece cuidado.
A veces, lo más importante no es saber si debes irte o quedarte, sino atreverte a mirar lo que estás sintiendo sin justificarlo ni minimizarlo.
Eso ya es un comienzo.