Hay relaciones que ya no habitamos… pero seguimos en ellas.
No porque queramos, no porque estemos bien.
Sino porque la mente ha tejido una red de justificaciones, miedos y mandatos que nos mantienen ahí, atrapadas.
No es falta de inteligencia ni de valentía.
Es que muchas veces nos contamos cosas que, aunque parecen razonables, no nos dejan escuchar nuestra verdad más profunda.
Aquí van algunas de esas trampas mentales que más escucho (y que también he vivido en carne propia):
✦ “No es tan grave, podría ser peor”
Compararte con historias más duras solo sirve para invalidar tu malestar.
Tu dolor merece ser atendido, aunque no haya gritos ni infidelidades.
✦ “Quizá soy yo la que está mal”
Cuando llevas mucho tiempo adaptándote, dudando de ti o justificando al otro, es fácil perder el centro.
Pero si el vínculo te hace dudar de tu percepción constantemente, eso ya es una señal.
✦ “Es que también hay cosas buenas…”
Claro que sí. La mayoría de relaciones tienen momentos bonitos.
Pero eso no siempre compensa lo que falta o lo que duele.
Una parte tuya puede seguir queriendo, y otra sentirse muy sola en ese amor.
✦ “Y si me arrepiento…”
El miedo a equivocarnos nos paraliza.
Pero quedarte por miedo no es lo mismo que quedarte por deseo.
¿Y si el verdadero error fuera seguir sin escucharte?
Salir de estas trampas mentales no es un proceso rápido.
No se trata de tenerlo todo claro ni de tomar decisiones impulsivas.
Se trata de empezar a cuestionar esos pensamientos que te mantienen en bucle.
De hacer espacio a lo que de verdad sientes, aunque incomode.
Y de darte el permiso de mirar la relación desde otro lugar:
uno donde tú también importes.